
"¡Gracias sean dadas a Dios, señores, que a tan buena parte nos ha conducido!, porque, si yo no me engaño, la tierra que pisamos es la de Vélez Málaga." El Quijote, Miguel de Cervantes
Vélez-Málaga tiene una larga historia, un activo presente y un prometedor futuro. Es la obra de muchos investigadores prestigiosos y de sus equipos: científicos, estudiantes, técnicos y obreros, contribuyendo cada uno de ellos, según su función, al conocimiento de la historia y de los fenicios asentados en esta costa.
Las primeras noticias sobre fenicios en la zona de Vélez-Málaga se remontan al 1792, cuando se depositaron en el Museo de Historia Natural de Madrid dos jarras de barniz rojo y unas urnas de alabastro encontradas en la proximidad de la Casa de la Viña. Sin duda formaban parte del ajuar de una tumba fenicia del siglo VII a.C. Gracias al espíritu coleccionista de la época de Carlos III estos hallazgos fueron valorados debidamente por ser testigos arqueológicos y como tales se conservan en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
Se podrían citar ulteriores noticias, como la que en 1874 dio a conocer el hallazgo de una tumba y su ajuar, compuesto, entre otros, por un cilindro-sello de origen sirio y datable en el siglo XIV a.C . El conocimiento del mundo fenicio peninsular empezó a tener mayor alcance con las excavaciones de los hermanos H. y L. Siret en Villaricos en 1890, las de P. Quintero en Cádiz, A. Vives y Escudero en Ibiza y G. Eduard Bonsor en Cruz del Negro, Bencarrón y El Acebuchal.
Para Vélez-Málaga el año 1930 habría podido ser memorable si la importancia del descubrimiento casual de la tumba 1 de Trayamar hubiese sido reconocida, pero pasó desapercibida para los arqueólogos hasta que en 1964 el hijo del dueño de la finca, visitó las excavaciones del Instituto Arqueológico Alemán en el Cortijo de Los Toscanos. Viendo los hallazgos no le quedó la mas mínima duda: entre ellos indentificó cerámica idéntica a la que apareció en su finca durante los movimientos de tierra para la construcción de una alberca. Finalmente fue Adolf Schulten quien en 1931 introdujo una nueva etapa en la investigación de la zona. El historiador, interpretando las fuentes literarias antiguas, creyó localizar la enigmática ciudad greco-focea de Mainake en la desembocadura del río Vélez y, en la orilla opuesta, en el Cerro del Mar, la ciudad de población indígena llamada Maenuba.
Para corroborar su hipótesis, a finales de los años 30 e inicios de los 40, excavó en el Cerro del Peñón y en el Cerro del Mar. Una vez superados los conflictivos años de la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial empezaron a notarse las reacciones. En 1960 y 62, miembros del Seminario de Investigación realizaron algunos sondeos en el Cerro del Peñón, pero nunca llegaron a ser publicados.
Entre los hallazgos se encuentran fragmentos de dos kotylai protocorintias y bordes de ánforas fenicias. A raíz de aquellos resultados empezó una larga y fructífera serie de excavaciones e investigaciones.
Por encargo del Instituto Arqueológico Alemán, y junto con los profesores M. Pellicer y H. G. Niemeyer, en 1964 H. Schubart realizó las primeras excavaciones
en el yacimiento del cortijo de Los Toscanos.
La investigación sobre los fenicios en la costa de Las primeras noticias sobre fenicios en la zona de Vélez-Málaga se remontan al 1792, cuando se depositaron en el Museo de Historia Natural de Madrid dos jarras de barniz rojo y unas urnas de alabastro encontradas en la proximidad de la Casa de la Viña. Sin duda formaban parte del ajuar de una tumba fenicia del siglo VII a.C. Gracias al espíritu coleccionista de la época de Carlos III estos hallazgos fueron valorados debidamente por ser testigos arqueológicos y como tales se conservan en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
Se podrían citar ulteriores noticias, como la que en 1874 dio a conocer el hallazgo de una tumba y su ajuar, compuesto, entre otros, por un cilindro-sello de origen sirio y datable en el siglo XIV a.C . El conocimiento del mundo fenicio peninsular empezó a tener mayor alcance con las excavaciones de los hermanos H. y L. Siret en Villaricos en 1890, las de P. Quintero en Cádiz, A. Vives y Escudero en Ibiza y G. Eduard Bonsor en Cruz del Negro, Bencarrón y El Acebuchal.
Para Vélez-Málaga el año 1930 habría podido ser memorable si la importancia del descubrimiento casual de la tumba 1 de Trayamar hubiese sido reconocida, pero pasó desapercibida para los arqueólogos hasta que en 1964 el hijo del dueño de la finca, visitó las excavaciones del Instituto Arqueológico Alemán en el Cortijo de Los Toscanos. Viendo los hallazgos no le quedó la mas mínima duda: entre ellos indentificó cerámica idéntica a la que apareció en su finca durante los movimientos de tierra para la construcción de una alberca. Finalmente fue Adolf Schulten quien en 1931 introdujo una nueva etapa en la investigación de la zona. El historiador, interpretando las fuentes literarias antiguas, creyó localizar la enigmática ciudad greco-focea de Mainake en la desembocadura del río Vélez y, en la orilla opuesta, en el Cerro del Mar, la ciudad de población indígena llamada Maenuba.
Para corroborar su hipótesis, a finales de los años 30 e inicios de los 40, excavó en el Cerro del Peñón y en el Cerro del Mar. Una vez superados los conflictivos años de la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial empezaron a notarse las reacciones. En 1960 y 62, miembros del Seminario de Investigación realizaron algunos sondeos en el Cerro del Peñón, pero nunca llegaron a ser publicados.
Entre los hallazgos se encuentran fragmentos de dos kotylai protocorintias y bordes de ánforas fenicias. A raíz de aquellos resultados empezó una larga y fructífera serie de excavaciones e investigaciones.
Por encargo del Instituto Arqueológico Alemán, y junto con los profesores M. Pellicer y H. G. Niemeyer, en 1964 H. Schubart realizó las primeras excavaciones
en el yacimiento del cortijo de Los Toscanos.

José Antonio Díaz Aranda
íngel Bayo Palma
A semejanzas de otras zonas del interior malagueño, las tierras que forman parte de la cuenca del río Vélez, también mantuvieron una importante ocupación en época romana, prácticamente silenciada por las fuentes, debido quizá la ausencia de acontecimientos o núcleos urbanos importantes.
Las mejores tierras , concentradas en el flisch de Colmenar-Periana van a ser ocupadas y explotadas hasta un momento avanzado del Bajo imperio. Al mismo tiempo, es una zona con importantes comunicaciones tanto con la costa como con el interior granadino y antequerano.

José Antonio Díaz Aranda
íngel Bayo Palma